Las parcelas de agave son monitoreadas de manera permanente para identificar las enfermedades del cultivo, tanto por el Consejo Regulador del Tequila (CRT) como por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA).

Las enfermedades más comunes del cultivo de agave son: marchitez, pudrición del cogollo y mancha gris, sin embargo, en los últimos años este cultivo ha sido afectado por la plaga denominada “picudo del agave” causante de la pudrición blanda del cogollo, ocasionando importantes pérdidas económicas en las plantaciones.

El cultivo de agave es muy importante para México, ya que los productos derivados de éste representan una importante fuente de ingresos para los productores, industrializadores y comercializadores. La planta de agave es la materia prima para la elaboración de tequila y mezcal, y México posee la denominación de origen de ambas bebidas que son altamente apreciadas en el mercado internacional.

Los primeros síntomas de la pudrición blanda del cogollo en agave aparecen como lesiones necróticas acuosas en las puntas de las pencas y en la mayoría de los casos inician en la espina apical o en las espinas laterales. Sin embargo, estas lesiones avanzan hacia el centro y base del cogollo causando una pudrición descendente de consistencia blanda que llega hasta la piña. Estos daños desintegran el tejido y dejan hueca la piña, dejando únicamente las fibras.

El avance de la pudrición blanda de cogollo depende del nivel de humedad que se acumule en las hojas internas del cogollo, es decir, a la película de agua que se forma sobre la superficie de las hojas. La humedad desplaza los niveles de oxígeno y favorece el desarrollo de la bacteria. La severidad de la enfermedad se incrementa en los predios infestados con malezas, la cuales favorecen la humedad y sirven como fuente de inoculo de la bacteria, ya que ésta puede sobrevivir en la rizosfera. Esta enfermedad puede avanzar 2 cm por día en forma descendente.
La presencia y diseminación de la pudrición blanda del cogollo de agave se ha asociado con el picudo del agave (Scyphophorus acupunctatus) como insecto transmisor, es decir, se han detectado células bacterianas en la superficie externa del insecto, las cuales utilizan como vías de entrada las heridas que causa el mismo insecto al alimentarse de la planta.
 

La dispersión de la bacteria también se ha asociado con la presencia de Drosophila melanogaster o mosca de la fruta (Brewer et al., 1980). Sin embargo, se ha reportado que la bacteria al infectar las larvas de Drosophila activa el sistema de respuesta inmune del insecto, es decir, el sistema inmune innato reconoce compuestos microbianos y desencadena una respuesta antimicrobiana, por lo que no existe seguridad en que disemine la bacteria.

Por otra parte, se a demostraron que bajo condiciones de campo el suelo no es un agente causal que transmita o sea hospedante de P. carotovorum, mientras que las hojas o pencas de agave frescas o húmedas cortadas y tiradas en el suelo si alojan la bacteria, sin embargo, si éstas ya están secas, la bacteria no sobrevive.

Existen varias estrategias para controlar las enfermedades de los cultivos como los antibióticos químicos y el cobre, los cuales se han utilizado durante muchos años; también se han desarrollado otras estrategias como el uso de ciertas prácticas culturales, activadores y genes de resistencia en plantas, las cuales se utilizan ampliamente para controlar diversas enfermedades bacterianas. Sin embargo, existen reportes de resistencia al cobre en muchos patógenos bacterianos, pocos bactericidas efectivos y varios genes de resistencia a antibióticos codificados por plásmidos.
Por lo tanto, se requieren nuevas estrategias para el control de enfermedades bacterianas. Entre las nuevas estrategias para el control de estas enfermedades se han propuesto alternativas biológicas como bacteriocinas o bacteriófagos.
 

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